Farg y su madre
solían venir a este lugar hace más de tres siglos para recoger setas y flores silvestres. La
arboleda siempre ha transmitido una gratificante sensación de bienestar a
aquellos que se adentran en sus coloridas entrañas. Sin embargo, el Ciclo convirtió el lugar en un atemporal
y peligroso punto de encuentro de forajidos donde, inadvertidos, cuecen sus
turbios asuntos.
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